En el mar
Fuerte se aferraba Emma a mis brazos. La inmensidad del mar, el ruido, el color, quizas lo nuevo, todo eso le dio susto. No querîa nisiquiera tocar el agua con un dedito de su diminuto pie, nada, ni la arena, le cargô. Falto hacer un castillo de arena, supongo que esa serâ la manera de abuenarla con la playa...
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